¡Bienvenid@!
Hoy te contaré de un tema un poco diferente. Esta es mi experiencia al salir de mi ciudad natal para buscar nuevas oportunidades laborales. ¿Comenzamos?
Nací en Zamora, Michoacán, una ciudad pequeña pero muy bonita. Aunque disfrutaba vivir ahí, profesionalmente aún está rezagado en temas laborales y de desarrollo, y me di cuenta que si quería avanzar, debía moverme a una ciudad más grande.
Mis papás tienen un negocio propio, y aunque tenía la oportunidad, quería crear mi propio camino fuera de Zamora, y fuera de lo seguro. Creía que al trabajar en una ciudad grande el ingreso que recibiría sería mayor y mi sueldo sería “súper bien pagado”.
La idea me encantó y me llenó de emoción, y decidí que Guadalajara sería el lugar para establecerme, además estaría cerca de casa, aproximadamente 2 horas. Además, a pesar de ser una gran ciudad, no es tan caótica, con una gran variedad de opciones gastronómicas, culturales y de esparcimiento. Eso me hizo pensar que sería un buen lugar para desarrollarme profesionalmente en mi carrera: Diseño Gráfico.
Al ser la mayor de mis hermanos, me tocó el turno de abrir camino. Mis papás insistían en que me mudara a estudiar a León, Guanajuato, pero no entraba dentro de mis planes, yo estaba decidida en mudarme a Guadalajara. Mi novio vivía ahí, y mis papás, que siguieron una educación tradicional, creían que la principal razón de mi cambio era él, pero era sólo un plus. Me visualizaba viviendo en la ciudad y aproveché que la universidad donde estudiaba tiene un gran plantel.
Después de mucho insistir, a mitad de la carrera mis papás aceptaron el cambio, y yo no podía estar más feliz. Me enamoré de la escuela, un campus mucho más grande que donde estudiaba. Los profesores eran excelentes y el nivel académico era excelente.
A pesar de haber aceptado, mis papás tenían una última ilusión de que me quedara en Zamora y me propusieron abrir mi propia imprenta, pero eso no estaba dentro de mis planes. Aunque me encantaba la idea de tener mi propio negocio, no me motivaba seguir estudiando para sólo tener una imprenta, que al final, con una capacitación se puede manejar una máquina.
Tenía muy claro que quería más para mi futuro que seguir bajo las decisiones de mis padres, aún si eso implicaba que me quitaran el apoyo, cosa que no sucedió. Venir de un pueblo donde la educación tradicional hace que los adultos tengan ideas cerradas, y por cuestión cultural, los hijos se quedan cerca de sus padres aún cuando ya son adultos.
Sabía que lo que me haría feliz sería tener un objetivo muy claro, y luchar por ello buscando el obtener mis propios recursos. Junto a otras dos chicas de Zamora, rentamos un pequeño departamento. Mis papás estuvieron más tranquilos con la idea de que su hija mayor estuviera acompañada.
¡Todo caminaba de maravilla! Pero, el día que llegué al departamento y mis papás se irían de regreso, sentí la realidad que nunca creí sentir. La soledad llegó. Los extrañé desde el momento en que cerré la puerta de mi nuevo hogar. Las dudas me invadieron: ¡no conozco a nadie! ¡Estoy sola en una ciudad enorme! ¡No tengo ni idea de cómo moverme en el transporte público!
Pero no desistí. Conforme fue pasando el tiempo, todo fue mejorando. Hice amistades y adaptándome a la nueva ciudad. Además, cada fin de semana, en cuanto salía de clases, tenía “raite” listo a Zamora para visitar a la familia.
El apoyo de mis padres siempre estuvo presente. Tenía una computadora que tenía muy poca memoria y me daba muchos problemas, así que me apoyaron para cambiar por una Mac que me daba mejor rendimiento. No recuerdo el dinero que me enviaban extra para mis gastos personales, pero como era limitado, comencé a buscar nuevas oportunidades laborales, que también pondrían a trabajar los conocimientos que estaba adquiriendo en la carrera.
Intenté trabajar para un par de empresas, pero me di cuenta que los sueldos bajos y horario fijo no eran para mí, así que intenté trabajar como freelance, y ahí fue lo mío. Ser independiente con mis tiempos, buscar más clientes y tener más experiencia me siguió empujando por ese camino.
Ese proceso lo viví siendo hija, pero ahora que soy madre, me doy cuenta que muchas veces los sobreprotegemos sin estar conscientes. En lo personal, no quería llevarla aún a la escuela. Yo podía estar todo el tiempo con ella y creía que no necesitaba más, pero me queda claro que el abrirse camino por su propia cuenta, aún a temprana edad, forma adultos maduros y seguros de sí mismos.
Por último y no menos importante, sé agradecido por lo que tienes, y por lo que has tenido. Si tienes la fortuna de que tus padres te apoyan para emprender nuevos rumbos, da siempre lo mejor de ti, siéntete orgullos@ por ti y por ellos. Su amor los impulsa a darte siempre en cuestiones emocionales y económicas, y reconocer ese esfuerzo vale la pena.
Nos leemos en la siguiente entrada, ¡alma
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