¡Hola! Bienvenidos sean a esta entrada.
Hoy tocaremos un tema que en lo personal, me causaba muchos conflictos: la educación de mi hija.
Con mis horarios de trabajo, puedo pasar prácticamente todo el día con Valentina y cuidarla personalmente. Tenía la clara idea que al cumplir 3 años comenzaría la escuela, sólo hasta que el sistema educativo lo convirtiera en un trámite “obligatorio”.
Sin embargo, y como muchos otros temas de crianza, el tiempo, y sobretodo, tus hijos, te van dando la pauta de qué decisiones tomar.
Faltan algunos meses para que cumpla 2 años, y observando su desarrollo, me he dado cuenta lo mucho que necesita convivir con otros niños, aprender a esperar su turno, desarrollar su paciencia. El ser hija única tiene sus desventajas también.
Buscando evitar que sea una niña caprichosa, que no tolere la frustración al no tener lo que quiere en el momento, es que tomamos la decisión que entraría al kínder.
Mi familia vive en Michoacán, así que cuando tenemos la oportunidad, viajamos para convivir. Es ahí donde Valentina tiene la oportunidad de estar con otros niños.
Mis familiares me preguntaban constantemente cuándo entraría a la guardería, pero no creía que era buena idea, porque al final, yo estaba ahí para ella, hasta este momento, que es una decisión sana para la familia.
Lo difícil no fue tomar la decisión, lo complicado fue elegir el mejor lugar. Nuestra mayor preocupación es su desarrollo, pero sin caer en el extremo donde la exigencia académica estuviera fuera de contexto por su edad.
Estábamos seguros que no queríamos una escuela tradicional, cuadrada.
Al ser diseñadora, para mí el desarrollo de su parte creativa es básico, no sólo para ella, para todo ser humano. Además, era imperativo que tuviera espacios grandes, abiertos, con áreas verdes para que siguiera conectándose con la naturaleza (le encanta).
Nos dimos a la tarea de buscar un lugar que además de lo anterior, nos generara la confianza suficiente para dejar a nuestra pequeñita a su cuidado. Después de visitar 5 escuelas diferentes, ¡encontré la ideal!
Un espacio donde su filosofía era justo lo que buscábamos: los salones son abiertos, amplios, con ventanas grandes para oxigenar bien el cuerpo y la mente, y así puedan aprender mejor.
Tienen muchas áreas verdes, casi como un parque. Aunque no tienen juegos infantiles, me encantó que lo que buscan es que los niños desarrollen su creatividad, además, tienen algunos animalitos, para enseñarles el respeto a la naturaleza.
Ofrecen clases de arte, yoga e inglés. Además, les brindan la oportunidad a sus colaboradores para que sus hijos estudien ahí, idea que me encantó, porque les ofrecen la posibilidad de cambiar la realidad y el futuro educativo de esos pequeños.
Después de analizar estos puntos, estuvimos completamente seguros que sería el lugar perfecto. Valentina podría fortalecer su conexión con la naturaleza, y sobretodo, consigo misma.
¿Cómo le fue el primer día con el tema del desapego? ¡Lo dejamos para una próxima entrada!
¡Nos vemos muy pronto!
Comments