Hola, bienvenidos de nuevo. Como les contaba en la entrada anterior, decidimos que ya era momento para que Valentina entrara a la escuela, y así se llegó el tan ansiado “primer día de escuela”.
Un día antes, sentía una revolución de emociones. Por una parte, muy feliz y emocionada por llevar a un lugar donde estaba segura que era el ideal para ella. Me sentía tranquila, porque sabía que es un lugar seguro, pero también con el miedo de saber que no podría estar cerca de mi hija en el salón de clases, y tendría que dejarla sola por primera vez.
Aunque esperaba poder hacer esa transición de manera gradual, por el tema de que Valentina es hija única y prácticamente nunca ha estado sola sin la compañía de alguno de nosotros, y tal vez estar con ella una hora al día e ir reduciendo el tiempo conforme pasara el tiempo, la verdad fue que recibí un rotundo: NO. Y la realidad es que ellos tienen sus razones pedagógicas, así que lo entendí.
En lo personal sí sentí un bajón emocional fuerte, ¡tendría que desprenderla de mí rápidamente! Al final se convirtió un poco en una negociación. Le pedí a su maestra si era posible que la acercara a su salón, y aceptaron.
Se llegó el día y nos dispusimos a partir rumbo a la escuela. Mi esposo decidió que él no bajaría del coche, supongo que para él no fue tan fácil, así que me dispuse a llevarla a su salón. Desgraciadamente no fue como lo tenía planeado.
En cuanto vio una cara diferente le hablaba soltó el llanto, así que se la llevaron rápido. Le dijeron que se despidiera de mami, y mi corazón se partió en mil pedazos. Ver esa carita desconsolada, escucharla llorar como nunca, gritando ¡nooooooo!, fue una experiencia muy fuerte.
Aunque mi actitud al principio fue de mucha decisión, debo confesar que me quebré un poco y las lágrimas salieron al ver a mi hija así. Me subí al carro con los ojos llorosos, y en cuando llegamos a casa, mi marido muy impaciente, me pedía que les escribiera a las maestras para preguntar por Valentina. ¡
Pero no! Sabía que si surgía alguna emergencia ellas me llamarían, así que debíamos tranquilizarnos para que a la distancia, pudiéramos también transmitirle esta paz y calma a nuestra hija, y me dispuse a comenzar con mis actividades del día.
Este difícil proceso duró aproximadamente una semana, donde todos los días se quedaba llorando, pero cada vez menos. Siempre me despedía con un una gran sonrisa, con la misma que sigo recibiéndola. Mi esposo estuvo dudoso durante este tiempo, hasta el día que me dijo: “si mañana vuelve a llorar, ya no la vamos a llevar”. Pero no, yo estaba muy segura de que era cuestión de tiempo, que eventualmente vería que está en un lugar seguro, divertido, y que mamá siempre regresa por ella. Al día siguiente, como por arte de magia, se quedó feliz en su nueva escuela.
Ahora, sabiendo que ella disfruta de sus días de escuela, disfruto aún más de mis mañanas. Había olvidado lo que se sentía tener un tiempo libre sólo para mí tan constante. ¡Estoy simplemente feliz!
Me llena de alegría por ella, que está contenta con su escuela, verla desenvolverse con otros niños y adultos, tiene frases nuevas, y yo, tengo tiempo para mí, para el trabajo, para hacer ejercicio, o simplemente para relajarme y pasar ese momento a solas que tanto necesitaba.
Sea cual sea tu o su decisión, como mamá o como familia, es muy importante que estén convencidos del lugar
donde dejarán a su hij@, que confíen en las personas que se quedarán a su cargo, pero sobretodo, que desde tiempo antes, juntos, llenen de seguridad a su pequeñ@, haciéndole saber que estará bien, que tanto mamá como papá siempre estarán ahí para ellos, que irán a un lugar muy divertido donde conocerán a otros niños, y que harán actividades muy divertidas. Si es posible, con anterioridad, llévenlos a conocer las instalaciones de su futura escuela, así el cambio no será tan duro.
Nos vemos en la siguiente entrada, no te olvides nunca de disfrutar cada proceso en la crianza, y recuerda siempre escuchar a tu corazón y guiarte por tu intuición. Esa no fall
Comments