Hoy decidí tocar este tema en la entrada, porque he notado cómo recurrentemente es un asunto que nos afecta emocionalmente a las mujeres que acabamos de ser madres.
Durante el postparto, tu cuerpo pasa por todo un proceso de recuperación. Dar a luz no es cualquier cosa, llevaste y creaste una nueva vida por 9 o casi 9 meses dentro de ti, y todo eso hizo que tu cuerpo cambiara físicamente. No sólo tus órganos internos tuvieron que cambiar de lugar, tu útero multiplicó varias veces su tamaño y tu piel tuvo que estirarse de manera casi mágica para dar espacio a esa nueva personita.
Ahora, ya con tu bebé en brazos, vuelves a verte en el espejo, pero tu cuerpo no volvió a ser el mismo. Te ves hinchada, reteniendo líquidos, con un estómago que parece no regresar a su forma, te miras los muslos y ¡sorpresa! Tienes celulitis en lugares de tu cuerpo donde nunca habías tenido. Estrías, esas líneas que te recordarán el resto de tu vida que justamente ahí sucedió la magia de la vida.
¿Y tu mente? Alocada, preocupada pensando qué harás ahora con esta nueva vida, y a todos los retos que te enfrentarás, desde el cambio del pañal, entender sus diferentes tonos de llanto, saber si ya fue suficiente leche o si el aire ya salió. ¿Y tu corazón? Con unas hormonas que hacen de las suyas jugando con tus emociones. Feliz, emocionada, asustada, triste, sola, abrumada, eufórica, plena…
Te miras al espejo y te das cuenta que no eres la misma, y sabes que no volverás a serlo, y aceptar esa situación puede costar muchísimo trabajo, pero ¡calma!, tenle paciencia a tu cuerpo. Agradécele el esfuerzo que realizó durante todos estos meses, que no fueron nada fáciles. Agradécele que fue el medio por el cual ese bebé que te llena de inmensa alegría, ahora está en este mundo. Y sí, fue a través de ese cuerpo, ¡tu cuerpo!
Aunque yo soy una persona de complexión delgada, y utilicé faja desde el primer día como lo mandan las abuelitas, mi cuerpo reaccionó relativamente rápido. Además realizo ejercicio constantemente y cuido mi alimentación de manera consciente. Sin embargo, el abdomen abultado, la celulitis en las caderas y piernas no se fueron por arte de magia, aunque fui afortunada, porque logré salvarme de las estrías.
Mis amigas me decían: “Ya verás, después de un año vas a recuperar tu figura”, obvio, poniendo de mi parte, pero yo no creía, siempre pensé que sería mucho antes, porque la condición física por el ejercicio ya la tenía, pero no fue así, efectivamente, tuvo que pasar un año para que mi cuerpo volviera a su forma anterior.
Conozco mamás que aún con su primer bebé, su cuerpo no volvió a ser igual al que tenían antes. En mi caso la cirugía estética no fue una opción, pero si para ti, aún te miras al espejo y no te gusta lo que ves, y tienes los medios, acércate a un médico especialista certificado. Ellos podrán asesorarte sobre los cambios que realmente convengan y no pongan en riesgo tu salud.
Es hermoso ser mamá, pero también no te olvides de tu parte como mujer. Siéntete bella y hermosa, mereces lo mejor. Así como haces tu mejor esfuerzo como madre, mereces lo mejor como mujer. Cuídate, alimenta tu cuerpo no sólo con comida, también con emociones saludables. El ejercicio físico y espiritual es básico para todos, porque nos llena y nos mantiene en forma por dentro y por fuera.
¡Lo estás haciendo increíble mamá! No existe una labor que implique mayor amor y entrega, que la de una madre. Es darlo todo, sin esperar nada a cambio. Te veo, te admiro y te reconozco.
Nos vemos en la siguiente entrada.
¡Hasta la próxima!